Por Davis Zapata Correa
Este texto se inicia con un planteamiento idílico, pero que se convierte en un poderoso argumento para la labor del comunicador.
El profesional de la comunicación es un ángel bíblico de las organizaciones. O mejor dicho, en eso se tiene que convertir. Los guardianes de la reputación empresarial son los comunicadores. Ellos encarnan la labor de defender el quehacer de la organización, a partir del grado de cumplimiento de sus compromisos con sus públicos.
Desde luego, esa tarea va de la mano con la verdad. No se puede llegar al éxito comunicativo en una organización realizando comunicación cosmética, en donde la incoherencia premie la labor del comunicar.
El marco comunicativo actual ha transformado la labor propia de la dirección de comunicaciones. Se ha superado la vacía percepción que el desempeño profesional es hacer y se ha puesto en las manos del comunicador la visión estratégica y la planeación para lograr que la empresa brille por sus acciones frente a sus stakeholders.
La liberación ha llegado. La gerencia ha entendido que la comunicación es el camino. Ahora depende de todos los que desempeñan la labor de comunicar, que puedan mantener el rol estratégico del que ya se es parte.
Las comunidades y su dimensión frente a la organización
Un asunto de percepciones y de experiencia es el que asume las comunidades frente a la empresa. La reputación en una consecuencia de una relación eficaz y comprometida con esos stakeholders. Y la búsqueda de la empresa tiene que ver con el fortalecimiento de la credibilidad de ese proyecto empresarial.
Por lo tanto, es necesario que la organización deba construir un proyecto comunicativo que permita mostrar su realidad a los públicos estratégicos. El planteamiento debe tomarse desde la dimensión y el papel que ocupan las comunidades que están alrededor de esa organización.
Justo Villafañe, en su libro la Buena reputación del año 2008, platea el valor de la reputación como el capital de la empresa, en donde se debe tener una sensibilidad corporativa, gestionar la reputación y tener un comportamiento corporativo comprometido. Y es quizá esta última condición la que permite garantizar el trabajo permanente con la comunidad.
Esos compromisos del sector van de la mano con la trasparencia y la rendición de cuentas que son de obligatorio cumplimiento con el ciudadano.
A manera de conclusión
No se puede negar que los aspectos anteriormente abordados son fundamentales para cualquier tipo de organización, en términos de reputación, comunicación y acciones puntuales frente a la comunidad. La visibilidad de la empresa desde la identidad, pasando por la imagen es básica para mantener la estabilidad de las relaciones con los públicos organizacionales.
Generar momentos de verdad con los públicos implica solidez en la cultura corporativa y si lo vemos desde la organización pública el modelo aplicado en Colombia habla de la movilización social como eje para unificar pensamientos a pesar de la diferencia.
La tarea es entonces de engranar voluntades y quien las hace posibles es el guardián reputacional, que por esencia debe estar presente en cualquier tipo de organización para entender los fenómenos relacionales.