A casi tres meses de ser elegido el líder espiritual de la
iglesia católica, Jorge Bergoglio sigue cambiando paradigmas, desde la máxima
posición en el Vaticano. Es interesante analizar cada acción del argentino y
realmente le ha dado un respiro a una iglesia, que por su estructura, se encontraba
anquilosada.
Y es que Francisco predica y aplica. Ser jesuita es una
impronta que se refleja en la reflexión constante, que son el fundamento de
cuatro pilares que enriquecen su labor como papa: autoconocimiento,
creatividad, heroísmo y amor. A partir de su formación no es raro los hechos
que todos los días lo vuelven noticia. Habla sin temor de pedofilia, de la
mafia, de futbol, de los conflictos de las Coreas y de la reforma de la
iglesia, la institución que preside.
Más allá de las palabras están los hechos. Rompe el
protocolo, se acerca al enfermo, a los niños, comparte con líderes mundiales y
con todos. Esas acciones lo han convertido en una figura, que imprime un cambio
positivo en la forma de percibir la iglesia. Algo que se había perdido en los
últimos años del pontificado de Juan Pablo II y que difícilmente se percibió
con Benedicto XVI, el ahora Emérito.
Su liderazgo facilitará el cambio de la iglesia. Al menos ya
se volvió un personaje alcanzable a todos. Ya resta esperar pero seguramente lo
que vemos hoy será lo mismo en los próximos años y eso es bueno para esa
tradicional organización.